Camila Umanzor: “Una beca no es solo un aporte económico, sino que es el inicio de la oportunidad de crecer”
La educadora de párvulos estudió con el apoyo de la Beca Cristóbal Conde, que entrega la Fundación Friends UC. Hoy, convertida en directora de un jardín infantil, valora más que nunca esa ayuda, la que fue clave para cumplir sus sueños personales y profesionales.
Camila Umanzor, de 27 años, cursó en la Universidad Católica la carrera de Educación Parvularia. Una de tres hermanos e hija de mamá jefa de hogar, recibió el apoyo de la Beca Cristóbal Conde, que entrega la Fundación Friends UC, para poder cursar sus estudios.
“Mi mamá, trabajadora pública del área de la salud con un bajo ingreso económico, hacía todo lo posible para que nada de lo esencial faltara, y siempre, siempre, nos inculcó la importancia de estudiar; incluso, creo que su lema es ‘los estudios son lo más valioso que te puedo dejar’. A partir de esto, mi ingreso a la universidad fue todo un mundo, ya que hasta el momento soy la única en poder hacerlo dentro de mi grupo familiar, y además había un millón de cosas que lo hacían difícil: la distancia (soy de otra provincia), el costo, el desgaste, el hábito de estudio, vivir en una zona rural, donde los colegios técnicos te preparan directo para salir al mundo laboral”, cuenta Camila.
Su única opción de estudiar fue aceptando un crédito universitario, pero eso no solucionó el problema, pues no cubría todo el arancel, por lo que quedaba una brecha que su mamá debía pagar mes a mes. “Al terminar el primer semestre, mi mamá me comentó que, como familia, se nos estaba haciendo muy difícil sobrellevar la situación. Le dije que haría un gran esfuerzo por trabajar al menos los fines de semana, pero que mi opción no era renunciar”, recuerda Camila. Lo cierto es que ella, en ese minuto, no tenía claro cómo solucionar el problema que amenazaba sus sueños.
Pronto, sin embargo, los vientos cambiaron.
“Si mal no recuerdo, estábamos en plenas vacaciones de invierno, craneándonos qué hacer, cuando me llega un correo anunciando que había sido beneficiada con la Beca Cristóbal Conde”, rememora Camila. Esta beca justamente se encargaba de esa brecha que parecía insalvable. “Esto no es mentira: nos abrazamos y comenzamos a saltar de pura felicidad”, dice la profesional.
Unos meses después de haber recibido la noticia, la joven tuvo la oportunidad de conocer a Cristóbal Conde, el donante detrás de su beca, en una ceremonia en Casa Central. Hasta allá llegó acompañada de su madre. “Me esforcé mucho para lograr mis sueños, para mantener mi beca y crédito, y demostrarme a mí misma que sí podía, a pesar de la adversidad, en todos sus sentidos”. En 2018 se tituló y comenzó a trabajar en un jardín que ocupa la metodología high scope, enfoque curricular que promueve el pensamiento activo, la planificación, el razonamiento crítico y la resolución de problemas.
Dedicar su carrera a la primera infancia también le significó a Camila reflexionar sobre su vida y su propia niñez: “Fue por esto que, desde el sentido de pertenencia, aquello que nos hace sentir valiosos y ser parte de un grupo que te entrega la seguridad básica, me cambié el apellido. Llevo el de mi mamá primero, y estoy muy involucrada en reconstruir mi propia infancia; sigo perfeccionándome en temas relacionados con neurociencias en educación, desarrollo socio emocional, disciplina positiva, etc.”
Hoy, a cinco años de haber egresado, es directora del jardín donde comenzó su carrera, ubicado en Providencia, y siente un gran agradecimiento por lo que la Beca Cristóbal Conde le entregó, “porque viéndolo desde un análisis más profundo, no fue solo un aporte económico, sino que fue el inicio de la oportunidad de crecer, de estudiar, de dedicarme a la educación, que es lo que me apasiona por sobre todas las cosas; de esforzarme, de cuidar las cosas, de pensar que, a pesar de cualquier circunstancia, alguien cree en ti y tanto más”.