Javier Fuentes: “Tengo mucho que devolverles a muchas manos que me han ayudado”
El ingeniero civil dejó Curicó para estudiar en la UC con el apoyo de la Beca Padre Hurtado. Hoy es donante del Endowment UC: “Tal vez es difícil para la gente no ver la ayuda que brinda el otro lado, a quién le llega: no ver esa sonrisa, no ver ese agradecimiento, pero hay que poder hacerlo”.
Como les ocurre a muchos estudiantes de regiones, el primer año de universidad de Javier Fuentes Céspedes fue rudo. Dejó a su familia en Curicó y se trasladó a la comuna de El Bosque a vivir con su abuela para cursar Ingeniería Civil en la Universidad Católica, elección que estuvo marcada por su constante pulsión a apostar por lo que resultara más desafiante.
Su aterrizaje en la UC fue posible con la ayuda de la Beca Padre Hurtado, que era otorgada a jóvenes que, aunque tuvieran excelencia académica en la Educación Media y un alto puntaje en la prueba de ingreso a la universidad, poseían limitaciones económicas que dificultaban seriamente sus posibilidades de estudiar. Veinte años después, al enterarse de que su alma mater estaba formando un Endowment que tiene, entre otros fines, entregar becas a jóvenes con necesidades como las que él experimentó, Javier decidió colaborar y convertirse en donante: “Tal vez es difícil para la gente no ver la ayuda que brinda al otro lado, a quién le llega; no ver esa sonrisa, no ver ese agradecimiento, pero hay que poder hacerlo, proyectarse en esos alumnos que entran y que tienen estas necesidades. Hay que poder hacerlo, y yo creo que las experiencias de vida tienen que llevarte a sentir eso”.
Él ciertamente ha hecho esa reflexión a partir de su propio camino, en el que ha conocido el color de la urgencia y también de la empatía. Recuerda con intensidad el “salvataje” que le significaba la beca de alimentación: “Tener la posibilidad de no preocuparme de eso, de llegar y con el ticket comprar algo en el food garden, a mí me hacía una tremenda diferencia, era una cosa menos de la cual me tenía que preocupar”. Una mente liberada de angustias económicas le dio pie a desplegar su espíritu social y sus dotes de líder como organizador de trabajos de invierno, por ejemplo, y también de colaborar con la Dirección General Estudiantil, hoy DAE. En tercer año se dio cuenta de que quería que la cancha de su vida fuera el mundo completo, y con la misma ayuda de la DGE, consiguió una beca para realizar un intercambio en Barcelona. En la ciudad mediterránea vivió experiencias financieras difíciles al principio, pero también abrazó con fuerza el conocer otras culturas, y valoró sobre todo el saber inglés -porque él no lo manejaba- y el estar en un lugar con un sistema de acogida para alumnos extranjeros.
A su regreso, con estas ideas en mente, formó la CAUC – Comisión de Acogida de la Universidad Católica, una suerte de centro de alumnos para estudiantes de intercambio: “(Hacíamos) todo tipo de actividades, desde invitarlos a cenar a la casa de un chileno, desde las fiestas patrias con ellos, enseñarles a bailar cueca, llevarlos a esquiar, fuimos a Viña, a Mendoza, pero la gracia era que conocieran chilenos”. Las ganas de más mundo no terminaron ahí. Al egresar, trabajó un tiempo, junto plata y partió a Australia con una Working Holidays Visa sin saber inglés, con toda la intención de aprenderlo. Allá también las vio difíciles, pues no encontraba empleo, pero las vueltas de mano comenzaron a aparecer. Al verlo tan deprimido y desasosegado, una amiga australiana, a quien conoció en la CAUC, lo invitó a cenar. En el restorán los atendió un mozo que se sorprendió mucho al verlo: “Este compadre me ve y me dice ‘¡Javier! ¿Qué tal?’” Era otro australiano que hizo un intercambio en la UC y que fue acogido por la CAUC. “Yo no sabía ni siquiera que era australiano. ‘Sí, soy de Melbourne, hago este trabajo en verano, soy manager de este restaurant’”, y le dije ‘¡por favor, dame trabajo, estoy desesperado, hago cualquier cosa!’, y me dijo ‘no te preocupes, empieza a trabajar el lunes, yo te arreglo acá algo que hacer’”. Son esas cosas que pasan en la vida en que hiciste algo sin esperar recompensa y de repente como que baja una luz del cielo y te pone a alguien ahí”.
De regreso, se unió a AFP Cuprum como analista de inversiones. De ahí, en otra vuelta de tuerca, se convirtió, a los 26 años, en CFO de Patagonia Sur, empresa de desarrollo inmobiliario enfocado en la conservación. Estuvo 3 años en Coyhaique, período en el que conoció a mentores que lo motivaron a dar el siguiente gran paso: postular no a uno, sino a dos masters en dos de las universidades más prestigiosas del mundo, MIT y Harvard. Y quedó en ambas, por lo que en 2013 partió a Boston a hacer un grado dual, es decir, efectuó el MBA del MIT y el MPA de Harvard en tres años, aprovechando que ambas instituciones están en la misma zona. En el MIT también le dieron una mano en un momento complejo. Su hijo de un año estaba enfermo con una infección rebelde que lo tuvo hospitalizado varias veces, lo que le demandó a Javier faltar a su trabajo para cuidarlo. Por ello, se atrasó en una mensualidad del jardín infantil, la que superaba los USD$ 1.000. “Les dije ‘no puedo pagar, pero tírenme esta cuota para adelante, me voy a poner al día, me pasó esto’”, cuenta Javier. La universidad resolvió cubrirle toda la deuda y además darle un extra para que él y su señora pudieran salir y relajarse después del estrés al que estuvieron sometidos. Javier relaciona esto con el endowment del MIT -que asciende a USD$27.500 millones- y que entre sus líneas de acción considera ayuda para estos casos. “Es lo que facilita el endowment: poder preocuparse de lo que es importante (…) Para mí fue… esa plata, no sé si fue mucha plata, pero para mí fue como ver la luz de nuevo, sumamente importante para la parte anímica, poder enfocarme en los exámenes finales (…) Piensa en una organización que tiene esos recursos que le permiten acercarse mucho más a las necesidades de sus alumnos, y ojalá el endowment de la Católica tenga ese fin: si tienes recursos, te da la opción de acercarte más, de saber cómo están, de qué problemas tienen”.
Tras egresar, se desempeñó laboralmente en el sector financiero en Nueva York para, finalmente, volver a Chile a asumir la gerencia general de Globeitalia, empresa dedicada al rubro alimentario. De ahí saltó a emprender, uniéndose como socio en BR Capital, donde se ha especializado en activos alternativos. “Tengo mucho que devolverles a muchas manos que me han ayudado”, dice Javier, quien espera transmitirle a sus tres hijos esta experiencia: “De alguna forma hay que traspasarles ese sentido de que, aunque tal vez tengan un ambiente mucho más protegido, no es la realidad que vive mucha gente. Entonces hay que tener cierta empatía. Es lo mismo que pasa con el endowment”.
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