El exbecado y donante del Endowment UC que alivia el cáncer en pacientes del sector sur de Santiago

“A mí me ayudaron a estudiar sin problemas, y uno debe devolver la mano y contribuir a que la falta de recursos no sea un impedimento para que las personas puedan estudiar”, dice el doctor y donante del Endowment UC.

En la Región de O’Higgins nació Manuel Manzor Véliz, subespecialista en Cirugía de Cabeza y Cuello, Oncológica y Maxilofacial de la Universidad Católica, y donante del Proyecto Endowment UC. El médico de 32 años trabaja hoy en el Hospital Sótero del Río, donde busca terminar con el cáncer en pacientes del populoso sector sur de la capital, y a la vez contribuir al manejo de la pandemia, realizando procedimientos como traqueostomías a pacientes con intubaciones prolongadas.

Esta relevante tarea fue facilitada por la Beca Padre Hurtado, que lo acompañó durante sus largos años de estudio; hoy, ha decidido devolver la mano como donante del Proyecto Endowment UC, que justamente busca apoyar con becas a más chilenos y chilenas como él, además de entregar fondos para investigación y desarrollo académico.

Apoyo y motivación

Manuel es el mayor de tres hermanos, y creció en un pueblo cercano a Rancagua. Su mamá trabajó por muchos años como asesora del hogar, y su papá es operador de maquinaria pesada. Dado el oficio de su madre, durante su primera infancia vivió en la casa de un matrimonio sin hijos al que conquistó rápidamente con su ternura e ingenio. Son sus “padrinos”, apelativo que responde no al sentido religioso, sino al enorme cariño que siente por ellos. “Mientras mi mamá trabajaba en la casa, mi madrina, que es educadora de párvulos, se preocupaba de enseñarme, y en general me estimulaban y acompañaban mucho”, recuerda Manuel. Ese apoyo y amistad, que se ha mantenido hasta hoy, fue clave en su posterior paso por el sistema educativo formal, al que conoció recién en kínder.

Ya en el colegio, Manuel rápidamente sobresalió en el aspecto académico, en especial en Matemáticas, asignatura que dominaba como un músico a su instrumento. “No tenía ni que pensarlo (…) Estudiaba en la micro en las mañanas, o un poco antes de la prueba. Me iba bien, pero igual sabía que necesitaba un buen resultado por el tema de las becas”, dice el doctor, que además de su trabajo clínico supervisa de forma voluntaria a internos de medicina y residentes de cirugía de la Universidad Católica, y es coeditor del Manual de Patología Quirúrgica (Ediciones UC). De nuevo, en su vida el apoyo se hizo presente, esta vez de parte de sus profesores, quienes notaron sus habilidades y decidieron potenciarlas, no solo a través de una mayor exigencia -por ejemplo, le enseñaban contenidos de primer año de ingeniería civil-, sino también al jugársela por que llegara a la educación superior. Fue por ellos que se enteró de la existencia de la Beca Padre Hurtado, que la Universidad Católica entregó por muchos años gracias a los aportes de donantes comprometidos con hacer de Chile un país más inclusivo. En su liceo se enteraron que representantes de la universidad iban a Rancagua a hablar sobre este reconocimiento, y movieron los hilos para que Manuel pudiera estar ahí. “Fue un alivio, porque vi mi oportunidad. Antes de conocerla tenía algunas ideas: crédito, becas ministeriales, pero nada que fuera todo junto, tendría que juntar varias becas y trabajar”, dice Manuel, algo que en todo caso no le era lejano, ya que en los veranos se desempeñaba como ayudante de carpintero para colaborar en la casa, darse algunos gustos y pagar el preuniversitario, porque, aunque le dieron beca, igual quedaba un remanente.

Ya rendida la PSU, la recepción de los resultados fue una historia en sí misma. Él apostaba a ser Puntaje Nacional en Matemáticas, pero nunca recibió la llamada de rigor con la que el Mineduc avisa la buena nueva con antelación. El tema no era menor, pues le aseguraba la beca. Partió a la casa de sus padrinos, ya que en su hogar no había Internet, y se entregó a la evidencia. Resultó que sí obtuvo nacional en Matemáticas, además de otros sobresalientes puntajes: “Fue muy emocionante, me abracé con ellos. Al final ponderé sobre 800”, dice.

Sanar con las manos

¿Por qué Medicina? Pese a que una carrera como Ingeniería habría significado menos esfuerzo dadas sus aptitudes para los números, el programa de televisión “Vida 2000”, que emitía TVN y que conducía la periodista Patricia Espejo, le abrió a Manuel, alrededor de los 12 años, una perspectiva que lo sedujo para siempre: “Ahí mostraban procedimientos médicos, y me llamaba mucho la atención cómo una persona podía, con sus propias manos, sanar a un paciente. Eso motivó mi interés, era como si el cuerpo humano fuese una especie de lego, al que puedes desarmar y volver a ensamblar para que siga funcionando”.

Sus años en la Escuela de Medicina, donde fue ayudante de Cálculo, solo reforzaron esa premisa, y hoy está justamente haciendo aquello que en la adolescencia le atrajo con fuerza, con foco en la oncología, en Puente Alto: “Me gusta la cirugía, porque uno tiene la oportunidad de trabajar con personas dañadas, dolidas, y ofrecerles un tratamiento no solo para aliviarlas, sino para mejorarlas, y con tus propias manos poder curarlas (…) La gracia de la cirugía es que se genera un vínculo muy especial; el paciente pone su vida literalmente en tus manos”. Trabajar en el sector público, además, le da un sentido especial a su labor. Por un lado, él se atendió ahí toda su vida, y por ende conoce la innegable labor social que entraña ese campo. Pero hay también un aspecto formativo para él como médico. El facultativo explica que las personas con una situación socioeconómica más desmejorada representan mayores desafíos para un doctor. Dado el difícil acceso a especialistas, por ejemplo, llegan con estados de enfermedad más avanzados; además, vienen con mayores problemas de base que se ven facilitados por aspectos tan esenciales como la imposibilidad de mantener una alimentación sana. Por ello, un doctor en el servicio público trabaja con un nivel de exigencia tal que, al final del día, lo esculpe más rápida y finamente en el arte de sanar.

Ese sentido de contribuir también está presente en su decisión de sumarse al Proyecto Endowment UC, del que se enteró a través de los emails que periódicamente envía la universidad. “A mí me ayudaron a estudiar sin problemas, y uno debe devolver la mano y contribuir a que la falta de recursos no sea un impedimento para que las personas puedan estudiar”. En ese sentido, el Proyecto Endowment UC busca entregar fondos allá donde la gratuidad universitaria no llega. Manuel, por ejemplo, gracias a la Beca Padre Hurtado vio cubiertos sus gastos de residencia, los que no están considerados en la gratuidad y que son determinantes también en un sentido amplio de inclusión. “Me pareció que era un lindo proyecto, una buena idea, y a través de este testimonio invito a todos los que puedan a ser parte de él”, concluye el médico, que tiene como proyectos futuros continuar especializándose en el extranjero.


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