Profesor Francisco Gallego: “Los endowments dan libertad para generar nuevo conocimiento”

El profesor titular de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica es donante del Endowment UC para investigación, porque quiere que ese trabajo goce de libertad y certidumbre, y no como es ahora, en que los académicos dedican mucho tiempo a temas administrativos.

“Hacer investigación en ciencias sociales es como tener una pyme”, dice Francisco Gallego, profesor titular de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica. Constantemente, afirma, debe estar lidiando con burocracia y buscando recursos para que sus proyectos avancen. Por ello, el doctor en Economía del Massachussets Institute of Technology, MIT, es donante del Endowment UC para investigación e innovación, uno de los tres fines de este fondo patrimonial que permitirá ampliar la generación de conocimiento en la UC.

Francisco tiene una relación de larga data con la institución. Comenzó a mediados de los ’90 como estudiante de Ingeniería Comercial, carrera de la que se graduó con honores. Siguió el Magíster en Economía de su facultad y, tras un período de cuatro años en el Banco Central, voló a Estados Unidos a hacer el PhD. Se reencontró a su regreso con el Cristo de San Joaquín para, desde ahí, desplegar su trabajo docente y académico.

La trayectoria del profesor ha girado en torno al desarrollo humano, en temas como pobreza, desigualdad y educación, generalmente en iniciativas de largo plazo, como J-Pal, centro del que es director para Latinoamérica y el Caribe. Este tiene como misión reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas, creando y difundiendo evidencia rigurosa sobre qué políticas públicas y programas sociales realmente funcionan.

 

Endowments: libertad para pensar

Sus estudios en el MIT -universidad que tiene un fondo patrimonial de USD US$27.400- le mostraron in situ los beneficios de estos. “Para hacer nuestro trabajo es clave tener una fuente de ingresos estable y grande, y los endowments dan eso. Dan libertad para generar nuevo conocimiento, y que los profesores no tengan que depender del año a año”, acuña. Mientras en Chile los académicos comienzan sus proyectos sin tener el 100% del financiamiento garantizado, allá este tipo de fondo les permite, por ejemplo, contar con un presupuesto claro a principios de año, lo que les da alas. Él mismo estudió con una beca de dicha universidad, “y es sin compromiso, lo que es parte del atractivo. Se promueve la captación de talento”.

La labor que hacen los equipos de la Universidad Católica lo deslumbra. “Es impresionante la riqueza que hay en la universidad. Cuando eres profesor titular empiezas a mirar más cosas, a ver los distintos programas e iniciativas, desde arte, teatro, vas a Lo Contador, ves que los planes tienen sustentabilidad, que es un trabajo muy serio. Ves las vacunas, por ejemplo. Todo esto es investigación, y uno se maravilla no solo de la rigurosidad académica, sino también del impacto social que tenemos como universidad, y también de la buena onda de la gente, las ganas de colaborar. Eso a mí me maravilla, pero también ves la restricción de recursos”, dice quien es también representante de los académicos ante el Honorable Consejo Superior de la institución, que es el máximo organismo colegiado de esta, y que tiene como fin determinar las líneas fundamentales de la política universitaria.

En efecto, si bien la UC es una de las mejores instituciones de educación superior en Chile en esta materia, está inserta en una nación con bajos niveles de apoyo a las ciencias: según datos de la UNESCO, la inversión en este ámbito como porcentaje del PIB llega al 0,4%, mientras que en Brasil es de 1,3%, en Israel llega al 4,93% y el promedio OCDE se alcanza 2,47%. Este aporte viene principalmente del Estado. El país está a años luz de naciones como la República de Corea, donde el 78,2% de la inversión en I+D proviene del sector privado según datos de la UNESCO.

La inversión en ciencias, dice el profesor Gallego, es central. Por ejemplo, comenta que las vacunas contra el covid-19 no surgieron solo porque al profesor Alexis Kalergis se le ocurrió la idea el año pasado, sino que es un trabajo y una relación que llevaba años entre la universidad y el laboratorio Sinovac. “En ese sentido, el endowment es una herramienta esencial, y es un gran desafío construirlo, para ayudar a que la universidad pueda hacer mejor lo que ya hace bien”, afirma el destacado investigador.


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